Características
del aroma
Los constituyentes del aroma, aún cuando innumerables,
podemos caracterizarlos en aquellos que otorgan la tipicidad,
la sutileza y la fineza del vino.
La tipicidad
Cada variedad de las Vitis vinífera – Cabernet Franc,
Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Merlot, Chardonnay, Riesling,
etc – se caracteriza por un aroma típico perfectamente
reconocible cualquiera sea el lugar geográfico de su
cultivo y constituye el sello de su personalidad o mejor dicho
de su tipicidad, aún cuando localmente puedan revelar
una nota particular.
Por otra parte, según sea el sistema de vinificación
empleado para una variedad de uva determinada, éste
introducirá apreciables particularidades aromáticas
en el vino obtenido.
La sutileza
La sutileza traduce una gran complejidad, una gran riqueza
en compuestos volátiles variables. Esta noción
es importante para considerar en cada caso, en particular
en los vinos blancos y rosados para realizar un justo balance
entre los aromas de la uva y los obtenidos durante la fermentación.
La fineza
La fineza del aroma de un vino significa la ausencia de olores
comunes, vulgares o extraños y hace referencia al estado
de la materia prima y el tratamiento tecnológico que
ella ha sufrido.
Clasificación de los Aromas
del Vino
Los precursores son constituyentes de la uva, que pasan
a los mostos que de ella provienen, sin manifestar aroma alguno.
Durante el proceso fermentativo o de crianza del vino, estos
precursores favorecen y promueven la formación de aromas.
Entre los ejemplos de precursores más conocidos, podemos
citar los ácidos fenoles, sobre todo de la serie de
las cumarinas que desarrollan aromas poco apreciables, los
compuestos nitrogenados, o minerales como los azufrados. Para
simplificar el reconocimiento aromático de los vinos,
según el origen y estadío de su elaboración
y conservación, se ha convenido en clasificarlos como:
primarios, secundarios y terciarios.
Aromas Primarios: los aromas son producto de sustancias
químicas volátiles. A veces estos compuestos
químicos son comunes a varios organismos del reino
vegetal o animal. Toda persona que inhala un determinado aroma
puede asociarla con otras sustancias químicas de estructura
semejante. Los aromas primarios, son esencialmente los aromas
varietales, típicos de cada cepaje y sus precursores.
Los aromas varietales más conocidos están representados
por dos grupos de compuestos químicos, los terpenos
y las pirozinas.
Los terpenos corresponden a una numerosa familia de compuestos
químicos, cuyo número es asombroso. Entre ellos
encontramos el nerol, linalol, geraniol. Estos forman la parte
principal en el aroma de las uvas moscateles y riesling. Aunque
se puede afirmar que se encuentran en mayor o menor proporción
en todas las uvas y vinos.
Las pirazinas son aquellos compuestos que confieren a los
vinos las típicas notas de verdor, de herbáceo,
o de pimiento verde, verbigracia que caracteriza particularmente
a los vinos de Cabernet Sauvignon.
Aromas Secundarios: son los aromas que se
producen durante la fermentación alcohólica
y malolática de los vinos, sobre todo en la primera.
A los aromas primarios, como los antes citados, se suman los
aromas que produce la levadura alcohólica, durante
la transformación de los azúcares (fermentación
alcohólica). El bioquimismo fermentativo es extremadamente
amplio y complejo. Además del alcohol etílico,
principal producto de la fermentación alcohólica,
aparecen muchos otros alcoholes como los denominados alcoholes
superiores, algunos de ellos de conocida repercusión
aromática.
Luego, aparecen cuerpos originados por el metabolismo de los
ácidos aminados. Pero son los ésteres, originados
por la combinación de ácidos grasos con los
alcoholes los más importantes generadores del típico
aroma de fermentación. Entre los ejemplos más
característicos, podemos citar, el acetato 3-metilbutilo,
con su olor a banana, el acetato de 2 feniletilo con olor
a rosa o el octanato de etilo con aromas que recuerdan el
ananá y la pera.
Entre las sustancias de origen mineral, podemos recordar ciertos
compuestos azufrados, como los mercaptanos, muy comunes en
los vinos, a algunos de los cuales se atribuye la responsabilidad
del olor a yema de cassis que caracteriza a ciertos Sauvignon
blancos.
Finalmente los fenoles volátiles, mediante la actividad
de la levadura alcohólica, dan lugar a la aparición
de aromas tan particulares como el olor a clavel o clavo de
olor.
Aromas Terciarios: evolución de los
constituyentes volátiles del vino durante la conservación.
Durante la conservación o crianza del vino, su composición
en constituyentes volátiles sufre transformaciones
profundas como consecuencia de interminables reacciones de
naturaleza biológica y físico – química.
Desde luego existen para los vinos dos modalidades de maduración
y envejecimiento, según sea la finalidad para la cual
fueran vinificados. En un caso el proceso se efectúa
al abrigo del aire, en el otro, el oxígeno juega un
papel primordial.
En el primero (sin presencia de oxígeno) – como para
los vinos embotellados – la esterificación, o sea las
reacciones que se producen entre ácidos y alcoholes,
es esencial, como también ocurre para los compuestos
terpénicos y fenólicos.
En el caso de los vinos madurados oxidativamente (en presencia
de oxígeno), estos adquieren su buqué después
de muchos años de conservación y en este sentido
juega un papel principal constituyentes como los aldehídos,
característicos de vinos como jereces y oportos – el
acetaldehido del jerez – y otros vinos especiales. Además,
si estos vinos se conservan en vasijas de roble, se incorporan
las lactonas propias de la madera, con su típico olor
a nuez de coco, o el aldehído vainíllico y su
aroma a vainillina.
Aromas más frecuentes que se pueden
encontrar en los vinos argentinos según variedades.
Vinos Tintos
Cabernet Sauvignon: pimiento verde, ahumado,
ciruela (fresca y seca), mora, canela, eucaliptus, frutos
rojos,
Malbec: anís, cereza madura, pimienta,
frutos rojos, violeta,
Merlot: hoja molida, cereza, ciruela, mermelada,
Syrah: rosa, violeta, ciruela (fresca y seca),
cereza, especias (pimienta negra, anís, comino)
Pinot Noir: floral, fruta tropical (ananá,
papaya), ciruela, frutilla, mermelada de frutilla, banana,
Sangiovesse: rosa, azucena, frutos rojos
(grosella, frutilla, frambuesa).
Vinos Blancos
Sauvignon Blanc: zarcillo, pasto recién
cortado, tajete, ruda, almizcle, ahumado, miel, pera, banana,
Riesling: frutas tropicales (burucuyá,
ananá, banana), miel, resinoso, nuez moscada, retamo,
Chenin: durazno (enlatado y fresco), coco,
herbáceo (hierbas del campo)
Chardonnay: cítrico, manzana verde,
melón, pera, ananá fresco, frutas tropicales,
nueces, coco, banana,
Semillón: pasto seco, miel, anís,
Torrontés Riojano: ruda, nuez moscada,
rosa, geranio, hinojo, frutas (ananá, banana, manzana).
Aromas del Roble: El vino que tuvo paso
por barricas logra un bouquet refinado, luego de una estadía
lenta y progresiva. Al descorchar la botella hallaremos diversos
colores, perfumes y sabores, según las características
de la barrica.
Con tostado fuerte hay dejos de madera quemada, pólvora,
humo y hojas secas. Si se trata de un tostado medio el abanico
muestra almendras tostadas, tabaco, café, chocolate
y caramelo.
También pueden distinguirse aromas de carne ahumada
y de caza, cuero de montura, quesos y manteca.
Si las barricas ya fueron usadas habrá humedad de bodega,
sotobosque, hongos y trufas.
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